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Somos seres energéticos, puro espacio.


«Por integración –nos dice Vincenzo Rossi (2006)– se entiende (…) hacer entero, pleno, perfecto, aquello que, obviamente, no lo era.» Así que, después de retomar la idea unitaria de la relación entre psique y cuerpo heredada de Reich a Alexander Lowen y de éste a John C. Pierrakos, afirma que para el sistema Río Abierto la integración psicocorporal es

la recuperación de una unidad fundamental de nuestra realidad humana y, por ende, no puede reducirse a un cuidado del cuerpo para conseguir un bienestar físico y energético y, por otra parte, a un cuidado de la psique para comprender mecanismos, transformar aquellos disfuncionales y dar un sentido distinto a la propia existencia (p. 15).

Rossi aclara, sin embargo, que la unidad «no significa mezcolanza confusa de las partes»; sino, por el contrario, «plena diferenciación de cada una de las partes, que, a su vez, encuentran el sentido de su existencia y de su función dentro de un sistema en el cual existen también otras partes en sinérgico funcionamiento» (p. 16).

«Somos seres energéticos –sostiene Palcos (2011)–. Tomamos, damos y transformamos energía constantemente» (p. 50). Empero, no estamos acostumbrados a pensar la personalidad en función de la energía.

Estamos inmersos en un universo energético, separados sólo por nuestra piel que es, en realidad, una separación muy tenue. Las energías traspasan la piel sin dificultad, tanto desde afuera hacia adentro como desde adentro hacia afuera. Percibimos la piel y nuestro cuerpo físico como materia, pero los físicos han demostrado que la materia es, simplemente, un grado de densidad de la energía, y que lo que percibimos como apretado y concreto está compuesto, en su mayor parte, por vacíos, somos puro espacio. Y el espacio que nos rodea, al que percibimos como vacío, es denso y material. (Palcos, 2011, p. 51).

Siendo el cuerpo un sistema energético, es natural que esté en interacción con su medio ambiente energéticamente. Y, tu cuerpo, para decirlo con Lowen, eres tú. «No hay persona que exista separada del cuerpo vivo en que tiene su ser y a través del cual se expresa y se relaciona con el mundo que lo rodea» (Lowen, en Psicocorporal II. Bioenergética. Material didáctico del Instituto Universitario Carl Rogers, 2011, p. 10). Ahora bien, si tú eres tu cuerpo y tu cuerpo eres tú, éste expresa quien eres y tu movilidad emocional en tanto individuo depende de la movilidad de tu propio cuerpo. Así, las sensaciones, sentimientos y emociones son las percepciones de movimientos internos en el cuerpo; estos movimientos internos representan, pues, la movilidad corporal, que es distinta de los movimientos voluntarios sujetos a control consciente que apenas y provocan sensaciones que no van más allá de un carácter cinestésico de desplazamiento por el espacio, ya que su calor emocional o expresivo procede de su factor involuntario, que no está sujeto al control consciente (p. 9).

Podemos afirmar, entonces, que

la transformación del cuerpo es, en realidad, la parte más evidente de una transformación general que comprende emociones e ideas, aun cuando para la mente, que percibe las cosas de manera fragmentaria, pareciera que ora cambia una emoción, ora una idea de sí mismo, ora una parte del cuerpo (Rossi, 2006, p. 19).

y que cambiar, desarrollar el propio potencial, autorrealizarnos, vivir plenamente más allá de los límites impuestos por nuestra historia personal, bien puede comenzar a hacerse por uno de los aspectos que integran esta simple y a la vez compleja unidad psicosomática que somos, pues, «si intentamos cambiar la idea de nosotros mismos, estaremos cambiando también el cuerpo y las emociones; si cambiamos las emociones, cambiarán el cuerpo y la mente, y si intentamos un cambio en el cuerpo, también estaremos cambiando ideas y emociones» (p. 19).

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Referencias:

Palcos, M.A. (2011). Del cuerpo hacia la luz. Buenos Aires: Kier.

Psicocorporal II. Bioenergética (2011). Puebla: DPO, Instituto Universitario Carl Rogers.

Rossi, V. (2006). La vida en movimiento: el sistema Río Abierto. Buenos Aires: Kier.

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