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El cuerpo expresa lo que somos.


El ser humano es una pluralidad. No poseemos una personalidad, sino muchos personajes yuxtapuestos o contrapuestos, y un yo central o esencia muy difícil de notar sin un trabajo previo, ya que, en general, está desplazado de la posición central que le corresponde, y ese desplazamiento es la causa de muchos de nuestros problemas (Palcos, 2011, p. 52).

Estos personajes, continúa Palcos, «son como estructuras cristalizadas que en conjunto constituyen lo que llamamos la mecanicidad psíquica o la falsa personalidad» (p. 52) Quizás sobre decir que el proceso de formación de la identidad, la idea que tenemos de nosotras y nosotros mismos, suele producirse tomando como eje uno de estos personajes, y no el yo central.

«Ser humano –nos dice Thesenga (1997)– significa tener defectos, no ser perfecto. Todos cometemos errores (…) Sin embargo, esta sencilla verdad nos parece difícil de aceptar» (p. 11) y quedamos «atrapados en el intento de parecer mejores de lo que somos y de culpar a algo o alguien más de las dificultades que enfrentamos» (p. 12). «A partir del miedo que tenemos de nuestro ser imperfecto creamos un ser enmascarado, un ser idealizado, el ser que pensamos que deberíamos ser, en vez de admitir al ser humano imperfecto que somos» (p. 12-13).

Hemos llegado a creer que nuestra limitada personalidad humana, encerrada en la superficie de nuestra piel, es nuestra identidad, y por eso nos resistimos a saber que somos algo más(:) Tenemos miedo de hundirnos en las profundidades de nuestros seres en donde en realidad somos mucho más que la experiencia común que tenemos de nosotros (p. 16).

Estamos, pues, para decirlo de nuevo con Palcos (2011), «metidos en la falsa personalidad y necesitamos liberarnos para ser quienes somos, a la vez que necesitamos ser quienes somos para liberarnos (ya que) desde la falsa personalidad no es posible saber realmente lo que queremos ni lo que necesitamos” (p. 52).

Cada máscara, cada persona, a decir de Jung, cada personaje, se manifiesta a través de una plástica. Palcos llama plástica a una actitud, «un modo psicofísico de estar en el mundo y de relacionarse con lo que nos rodea». Se trata de una actitud, por fortuna, detectable; «una manifestación física de nuestro modo de respirar, de percibir, de sentir, de pensar, de responder, de conocer» (p. 53).

Es frecuente observar que las personas quedan fijadas en una plástica que corresponde a algún momento vivido con gran intensidad. Estos momentos –de éxito, aprobación, rebeldía, agresión, miedo, desvalorización, violencia, etc.– forman un correlato corporal que llamamos traba; asimismo, la plástica fijada tiene por consecuencia reactivar los estados emocionales que la originaron y otros asociados a ellos, volviéndolos crónicos. La plástica de cada uno refleja los puntos de apoyo físicos, emocionales e intelectuales. Por más incómodos que sean, los puntos de apoyo nos han acompañado toda la vida, y para modificarlos es necesario encontrar otros. Los personajes son los puntos de apoyo más seguros que tenemos; para descubrirlos es necesario comprometerse con el trabajo sobre uno mismo (Palcos, 2011, p. 54).

Ahora bien, parafraseando a la misma Palcos, la conciencia mental de nuestras trabas no basta. «Cuando no se moviliza el cuerpo, por más conciencia que pongamos, falta el combustible para la transformación»:

La conciencia sin el cuerpo queda en el plano del conocimiento, no pasa a la acción; si no pasó por el cuerpo y no destrabó aquello que está fijado en los músculos y en los reflejos, sólo conoce el motivo de la traba, pero no puede transformarla (p. 61).

Dicho con Rossi (2006),

el cuerpo expresa lo que somos en este momento, nuestras tendencias, nuestra historia, lo que pensamos de nosotros mismos y de la vida. Por consiguiente, cada cambio en nuestra historia y cada evolución en nuestra manera de sentir y pensar serán, inevitablemente, acompañados de cambios en el cuerpo (p. 45).

Nuestro trabajo, en síntesis, apunta a disponernos a cambiar, no sólo a imaginar que cambiamos o, peor aún, a imaginar que ya hemos cambiado; para ello, echamos mano de una técnica que Palcos ha bautizado como Movimiento Vital Expresivo, «una forma gozosa y mucho más directa de transformar. Obviamente, la persona tiene que desear los cambios o sentir la necesidad de hacerlos: Es ella la que va a abrirles la puerta» (2011, p. 63).

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Referencias.

Palcos, M.A. (2011). Del cuerpo hacia la luz. Buenos Aires: Kier.

Rossi, V. (2006). La vida en movimiento: el sistema Río Abierto. Buenos Aires: Kier.

Thesenga, S. (1997). Vivir sin máscaras. Método Pathwork para enfrentar los patrones destructivos que limitan tu realización personal. México: Pax.

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