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El masaje, la más especial y amorosa de las técnicas del Sistema Río Abierto.


Pata fundamental del Sistema Río Abierto, el masaje, a decir de María Adela Palcos, es “quizás, la más especial y amorosa de todas (sus técnicas psicocorporales)” (2011, p. 117).

A Palcos, nos lo dice ella misma, no le gusta clasificar, “no me gusta decir que el masaje tiene que ser de una forma determinada”:

Creo que hay que dar una serie de técnicas, principalmente, porque hay personas que no confían en su intuición y es bueno que tengan elementos básicos que los ayuden a confiar para, después, soltarse. (Pero) también están las personas muy osadas que se mueven por impulsos –que ellas consideran intuitivos, pero no lo son–, que necesitan aprender anatomía y fisiología para darse cuenta de la sacralidad e inteligencia de ese cuerpo que está a su disposición (p. 118).

Alicia Zappi Rosemberg (2012), una de las integrantes del primer grupo de instructoras e instructores de Río Abierto, coincide con su antigua maestra cuando dice que el masaje “lo practicamos como forma de aproximarnos, conocernos y descubrir las distintas maneras de circulación de nuestra energía, desde una actitud amorosa, respetuosa del espacio del otro u otra, y de servicio” (p. 57). “Lo llamamos (al Sistema): ayudar, ayudándonos. Ya que mientras proporcionamos este trabajo a otros, recibimos los mismos beneficios; (lo que) produce en los grupos un efecto sinérgico y en nosotras, una actualización constante de nuestra energía” (p. 18).

La persona que da el masaje tiene, indudablemente, la intención de favorecer el bienestar de quien toma el masaje, mejorando su estado físico y/o psíquico. La persona que recibe el masaje se entrega con confianza al masajista, también con la misma intención de recibir bienestar y de mejorar su condición física y/o psíquica. Con esta intención común como base, se abre un diálogo entre ambas personas, en el que los órganos de comunicación son dos manos y dos cuerpos. En el masaje, aunque sólo sean las manos las que tocan a la otra persona, acciona el cuerpo entero del masajista (quien) se abre para percibir las necesidades del otro y con el cuerpo entero transmite su intención de sanar (…) Quien recibe el masaje, por otra parte, si entra con todo su ser en el masaje, si entra seriamente en el proceso terapéutico del masaje y no abandona pasivamente el cuerpo distrayéndose mentalmente, delegando al masajista la tarea de sanar, se abre para hacerse conocer más allá de la piel y de los músculos que son manipulables, abre la propia energía, su mundo emotivo, la sensibilidad y los pensamientos más profundos, aunque no se dé cuenta exactamente de todos estos aspectos de su apertura (…) El masaje se transforma (así) en un movimiento de a dos en el que danzan las energías y los cuerpos sutiles dialogan armoniosamente (pues) si (bien) el cuerpo físico de quien recibe el masaje parece inmóvil, en realidad sus cuerpos sutiles han sido puestos en movimiento por el masaje, precisamente por el movimiento de los cuerpos sutiles del masajista (Rossi, 2006, p. 203-204).

En resumen, podemos decir junto con Palcos (2011) que “las diferentes identificaciones crean una galería de personajes internos que tienen su propia plástica, su manera de moverse, de actuar y el hábito de tomar el control de las situaciones de nuestra vida”:

Esos personajes que cada uno de nosotros tiene se pueden realizar a través del movimiento, se pueden dramatizar, se les busca disfraz, nombre, una manera de moverse; están instalados en el cuerpo y se puede jugar con ellos, mirarlos para aprender a conocerlos, para saber cuándo aparecieron en nuestra vida y para qué, y qué los llama a actuar hoy en día. Nos han acompañado hasta aquí y han sido útiles en su momento, pero nos fragmentan y nos impiden abrirnos a la vida en toda nuestra dimensión (p. 104-105).

Para terminar, queremos compartirles la siguiente reflexión de Susan Thesenga (1997), que, como toda esta compilación, preferimos citar en extenso:

A diferencia de la naturaleza que no es consciente de sí misma, los seres humanos tenemos la capacidad (…) de oponernos a nuestra propia evolución. A diferencia de un árbol, podemos decir ‘no’ al crecimiento. Podemos rehusarnos a sentir la fuerza vital que hay en nuestro cuerpo creando una armadura muscular que aísla el placer y el dolor, adormeciéndonos ante las realidades de nuestra vida física. Podemos rehusarnos a crecer emocionalmente, y así nos quedamos atrapados en respuestas inapropiadas e infantilmente anacrónicas ante la vida. Podemos decidir no expandir nuestra mente y así seguir pensando con base en conceptos limitados que se endurecen en prejuicios e ideas fijas. Podemos cerrarnos ante todo lo que la vida nos ofrece y así sentirnos víctimas inhibidas que se aferran a actitudes viejas y deslavadas. Podemos tratar de engañar a la vida deseando obtener más de lo que estamos dispuestos a dar.

No obstante, tarde o temprano rehusarnos de ese modo a crecer o a abandonar las viejas actitudes se volverá en contra de nosotros. Simplemente porque no es posible engañar a la vida (…) El llamado de la fuerza vital hacia la evolución es una realidad. Se le puede resistir, pero no se le puede negar. El crecimiento personal no es sólo deseable, es inevitable. Es parte del inexorable impulso cósmico hacia la evolución (p. 47-48).

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Referencias.

El masaje en el Sistema Río Abierto. Masaje Circulatorio, Masaje Correctivo (s.f.). Buenos Aires: Fundación Río Abierto.

Palcos, M.A. (2011). Del cuerpo hacia la luz. Buenos Aires: Kier.

Rossi, V. (2006). La vida en movimiento: el sistema Río Abierto. Buenos Aires: Kier.

Thesenga, S. (1997). Vivir sin máscaras. Método Pathwork para enfrentar los patrones destructivos que limitan tu realización personal. México: Pax.

Zappi Rosemberg, A.I. (2012). Movimiento y Transformación. Sistema Psico-corporal para el Desarrollo Humano. Principios básicos y guía de trabajo. México: Movimiento y Transformación. Río Abierto México, A.C.

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