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El mejor hábito de estudio va mucho más allá de sentarte frente a un libro.

Las técnicas psicocorporales son una excelente experiencia para quien busca reencontrarse consigo mismo, expandir su energía y alcanzar el equilibrio que la vida cotidiana nos ha hecho perder, pero también tienen beneficios en otros aspectos de nuestra vida.

¿Eres estudiante? Quizá la idea de dejar los libros un rato y despertar tus centros de energía suena ajena a ti; pero, créenos: tal vez es el mejor hábito de estudio que puedas desarrollar en tu carrera.

1. La imaginación y la creatividad son también hábitos de estudio.

Cuando nacemos, tenemos un potencial enorme de creatividad y adaptación al cambio que, con los hábitos y la cultura, solemos perder poco a poco. La escuela tradicional fomenta sólo un par de habilidades: la lógica matemática y la mnemotécnica. Nos vuelve acumuladores de datos y nos reduce a un pensamiento formal y racional que no siempre son nuestras mayores fortalezas.

Si tus hábitos de estudio se limitan a sentarte frente a un escritorio a leer, hacer apuntes y tratar de memorizar la mayor cantidad de datos posibles, tenemos algo muy importante que decirte: estás desperdiciando tus verdaderos talentos como ser humano.

Hoy en día, las personas creativas, con capacidad de imaginar soluciones novedosas y con la valentía para llevarlas a la práctica, están más preparadas para afrontar los cambios que se presentan a lo largo y ancho del mundo. Pero la creatividad y la imaginación no son habilidades que aprenderás en la escuela. Para estimularlas, es necesario desaprender: superar las barreras que tú misma o tú mismo te has construido cada vez que dices “yo no soy así”, “yo no hago esto”, “esto no es para mí”, y atreverte a descubrir todas las formas que tienes de ser tú misma o tú mismo.

2. Estar en el presente.

¿Cuántas veces al día te descubres pensando en cosas que tienes que hacer o recordando momentos pasados sin poder concentrarte en lo que estás haciendo ahora? Estás tan ensimismada, tan ensimismado, en tus pensamientos que ni siquiera recuerdas cómo llegaste a un lugar, como si tu cuerpo funcionara en automático y tu cabeza estuviera a miles de años luz de aquí.

Nos han acostumbrado a no vivir el presente, a no ver ese momento como lo más valioso que tenemos: una oportunidad de realmente sentir y descubrir quiénes somos y de disfrutar cada situación de nuestra vida como si fuera única e irrepetible.

Tenemos mil cosas en la cabeza y no sabemos en cuál concentrarnos, ¿y cuál es el resultado? Tomas los libros y pasas la vista por sus hojas sin comprender nada de lo que estás leyendo porque simplemente no estás leyendo: no puedes concentrarte en el momento presente con todos los pendientes con los que llenas tu cabeza.

Cuando aprendes a estar presente, puedes darle a cada momento del día y a cada tarea la atención que necesita. El sólo hecho de lavarte los dientes o de prepararte para dormir deja de ser una tarea automática.

3. Aprende a concentrarte con el cuerpo, no sólo con la mente.

No eres un cerebro que va por ahí desconectado con sus emociones y su cuerpo, ¡y menos mal que no es así! Tu cuerpo tiene múltiples centros de energía que, juntos, te hacen ser el ser humano que eres; con todos tus talentos y habilidades, y sí: también tus puntos vulnerables. Hay que comprender de una vez que tus estudios no están separados del resto de tu vida: todo es parte de un equilibrio en el que conviven tu vida emocional, familiar, física, creativa… todo lo que te hace mucho más que una máquina que procesa y guarda información.

Tu cuerpo es muy sabio, y aprender a escucharlo puede darte una fortaleza que jamás creerías que tienes. Alinear tus centros de energía, aprender a disfrutar en el silencio y volver al presente, al contacto y comunicación con las otras y los otros, no sólo te harán un buen estudiante, sino también un ser humano en armonía.

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